La Organización de una Empresa: Más Allá del Plan de Trabajo
Organizar una empresa no se trata solo de tener un plan de trabajo bien estructurado. Implica también estar preparados para adaptarnos a los cambios que puedan surgir en el camino. Aunque no podemos prever el futuro, sí podemos preparar diversas alternativas que nos permitan pivotar en caso de que no estemos logrando los resultados esperados o las circunstancias cambien inesperadamente.
La organización no es simplemente poner las cosas en su lugar en un almacén o una oficina; es saber crear un proyecto a futuro que nos permita avanzar en la dirección correcta.
Construyendo la Visión y Trabajando hacia Ella
Cuando diseño un plan de trabajo para una empresa, no me limito a los objetivos inmediatos o a corto plazo. Me aseguro de crear una visión clara de la «foto final», es decir, a dónde quiere llegar la empresa a largo plazo. A partir de esa visión, trabajo paso a paso todos los días para acercarnos a ese objetivo.
Es crucial que la empresa tenga claro cuál es su destino final, para poder transmitir esta idea a cada miembro del equipo de trabajo. Todos deben estar alineados y enfocados en ese objetivo común. Como líder, es mi responsabilidad trabajar con el equipo a diario para asegurarme de que no se desvíen del camino previsto.
El Rol del Líder: Un Entrenador de Futbol
Liderar un equipo hacia esa meta final no es tarea fácil. Es necesario tener en cuenta no solo las necesidades de la empresa, sino también comprender y asistir a las necesidades de cada área y, por supuesto, de cada persona. La empatía es fundamental si queremos que el equipo de trabajo funcione como una unidad cohesiva.
Me gusta definirme como un «entrenador» de un equipo de fútbol. Al igual que un entrenador observa las cualidades y capacidades de sus jugadores para colocarlos en la posición donde mejor rendirán, yo busco ubicar a cada miembro del equipo en el rol donde puedan contribuir al máximo no solo al éxito del equipo, sino también a su propio crecimiento personal.
Crecimiento Compartido: El Éxito de Todos
Las empresas solo alcanzarán el éxito sostenible si las personas que las componen crecen junto con ellas, tanto profesional como personalmente. Por eso, siempre digo: «primero las personas y luego todo lo demás». Enriquecer a cada empleado, capacitándolos continuamente en herramientas y procesos para su labor, es vital. Pero igualmente importante es formar a las personas a nivel humano y personal. Este enfoque integral consolida al equipo y fomenta un crecimiento conjunto.
No hay nada más gratificante que los logros colectivos. Ser parte de un proyecto y alcanzar el éxito en equipo es una experiencia única. Esa sensación de compartir la victoria, de sentir que todos contribuimos al objetivo común, es incomparable. Como ejemplo, basta con observar la alegría y la emoción de los jugadores cuando ganan una final o levantan una copa de campeones. Esa felicidad, ese sentimiento de haber logrado algo grande, es contagioso, suma, y fortalece tanto al grupo como a cada individuo.
El Proceso de Enseñar y Aprender
En el camino hacia nuestros objetivos, no solo enseñamos; también aprendemos. Es crucial tener una mente abierta a los cambios, a saber ponernos en el lugar del otro, y a entender que no todos vemos o sentimos lo mismo. Escuchar es uno de los grandes secretos para poder guiar al equipo hacia sus metas.
La paciencia es otro de los valores clave en este proceso. Como se suele decir, «Roma no se construyó en un día», y todos los procesos tienen su tiempo de comprensión y maduración.
La Historia de Will Smith y el Ladrillo Perfecto
Quiero compartir una historia contada por el actor Will Smith que ilustra perfectamente esta idea. Un verano, su padre derribó un muro de ladrillos frente a su negocio y le dijo a Will, que tenía 12 años, y a su hermano de 9, que lo reconstruyeran. Al principio, ambos dijeron que la tarea era imposible. Les llevó un año y medio, pero lo hicieron. Will recordó que su padre les enseñó una lección invaluable:
«Nunca jamás me digas que hay algo que no puedes hacer. No tratas de construir una pared. No sales a construir una pared. No dices: ‘Voy a construir la pared más grande e imponente que se haya construido jamás’. No empiezas ahí. Dices: ‘Voy a poner este ladrillo tan perfectamente como un ladrillo pueda ponerse’. Y lo haces todos y cada día, y pronto tienes una pared.»
Sigamos este ejemplo y, pronto, casi sin darnos cuenta, habremos alcanzado ese objetivo que al principio parecía tan lejano.